Los primeros indicios de preocupación por el uso eficiente de la energía en el mundo se remontan a los años 70 con la primera crisis internacional del petróleo.
El lunes el gobierno de Japón aprobó un proyecto de ley que promueve el uso de materiales de construcción sustentables (para reducir el consumo de energía) y que respalda a las empresas que reduzcan el uso de electricidad en las horas de mayor demanda.
La norma modifica la llamada ley sobre el uso racional de energía, que establece que sólo los artículos eléctricos, desde vehículos a aparatos de aire acondicionado, deben cumplir con estándares de calidad que garanticen el consumo eficiente de energía.
Ahora también los materiales utilizados en la construcción, como ventanas o aislantes de calor, estarán sujetos al cumplimiento de estos estándares.
Además, las compañías que disminuyan su consumo de electricidad en horas puntas, con medios como el uso de generadores propios, tendrán más puntos a la hora de evaluar si han cumplido los objetivos generales del país en reducción de energía.
Esta experiencia nipona no es nueva dentro de los países industrializados. Es más, la preocupación por lograr una mayor eficiencia energética tomó fuerza en los años 70, década en que comienzan a implementarse en el mundo distintas medidas e iniciativas tendientes a lograr la eficiencia en el uso de los recursos energéticos.
A partir de la primera crisis internacional del petróleo (1973-74), los países industrializados impulsaron la aplicación de medidas al respecto, de forma de reducir su dependencia energética, asegurar el suministro, aumentar el horizonte de agotamiento de las reservas de petróleo y reducir las consecuencias macroeconómicas derivadas de los altos precios del crudo.
En Estados Unidos la década del 80 se caracterizó por la implementación de importantes programas de Gestión de la Demanda, fundamentalmente en el sector eléctrico.
El objetivo principal de esos programas era retrasar la necesidad de inversiones en generación de energía. Para lograrlo, las entidades reguladoras acordaron con las empresas energéticas un plan de programas que incluía promoción de equipos eficientes entre los clientes, y el desplazamiento del consumo de horas punta hacia horarios menos congestionados, entre otras medidas.
Por su parte, en Europa, a partir de 1988, se genera un nuevo paradigma en el sector energético, vinculado con el proceso de integración política y económica de la Unión Europea y la conformación del Mercado Interior de la Energía.
Asimismo, la difusión del Informe Brundlandt (1987), puso en debate el problema del cambio climático y la relación entre el consumo de combustibles fósiles y el efecto invernadero, lo que determinó una reactivación de los programas de conservación de la energía y sustitución entre fuentes energéticas.
La década del 90 se caracterizó por una creciente desregulación de los sectores energéticos y una mayor sensibilidad en cuanto a la problemática ambiental.
Esta desregulación llevó a un menor incentivo por parte de las empresas energéticas a invertir en eficiencia, pero muchos países incorporaron nuevos instrumentos para la promoción del uso eficiente, compatibles con el nuevo marco institucional.
Por otra parte, la preocupación ambiental generó una creciente importancia en la agenda política hacia temas de conservación de la energía. Esto como un medio para la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Los compromisos de la Unión Europea (UE) de reducción de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) acordados en el Protocolo de Kyoto derivarían en una intensificación de las políticas de reducción de las emisiones de GEI.
En este sentido, el uso eficiente de la energía es considerado la medida más efectiva, a corto y mediano plazo, para lograr una reducción significativa de las emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero, así como otros gases contaminantes.
Resultados mundiales
De acuerdo con estudios realizados por la Organización Latinoamericana de Energía (OLADE), de no haberse adoptado medidas en el campo del uso eficiente, el consumo de energía a nivel mundial sería un 25% mayor que el actual, con el consiguiente mayor impacto ambiental.
Para el conjunto de los países de la Unión Europea, durante los últimos 20 años la intensidad energética disminuyó 20% como resultado de la implementación de políticas energéticas orientadas a diversificar la oferta y lograr el uso eficaz de la energía.
La eficiencia energética del sector industrial en el caso europeo, medida a través de la intensidad energética, mejoró 21% entre 1990 y 2000.
La norma modifica la llamada ley sobre el uso racional de energía, que establece que sólo los artículos eléctricos, desde vehículos a aparatos de aire acondicionado, deben cumplir con estándares de calidad que garanticen el consumo eficiente de energía.
Ahora también los materiales utilizados en la construcción, como ventanas o aislantes de calor, estarán sujetos al cumplimiento de estos estándares.
Además, las compañías que disminuyan su consumo de electricidad en horas puntas, con medios como el uso de generadores propios, tendrán más puntos a la hora de evaluar si han cumplido los objetivos generales del país en reducción de energía.
Esta experiencia nipona no es nueva dentro de los países industrializados. Es más, la preocupación por lograr una mayor eficiencia energética tomó fuerza en los años 70, década en que comienzan a implementarse en el mundo distintas medidas e iniciativas tendientes a lograr la eficiencia en el uso de los recursos energéticos.
A partir de la primera crisis internacional del petróleo (1973-74), los países industrializados impulsaron la aplicación de medidas al respecto, de forma de reducir su dependencia energética, asegurar el suministro, aumentar el horizonte de agotamiento de las reservas de petróleo y reducir las consecuencias macroeconómicas derivadas de los altos precios del crudo.
En Estados Unidos la década del 80 se caracterizó por la implementación de importantes programas de Gestión de la Demanda, fundamentalmente en el sector eléctrico.
El objetivo principal de esos programas era retrasar la necesidad de inversiones en generación de energía. Para lograrlo, las entidades reguladoras acordaron con las empresas energéticas un plan de programas que incluía promoción de equipos eficientes entre los clientes, y el desplazamiento del consumo de horas punta hacia horarios menos congestionados, entre otras medidas.
Por su parte, en Europa, a partir de 1988, se genera un nuevo paradigma en el sector energético, vinculado con el proceso de integración política y económica de la Unión Europea y la conformación del Mercado Interior de la Energía.
Asimismo, la difusión del Informe Brundlandt (1987), puso en debate el problema del cambio climático y la relación entre el consumo de combustibles fósiles y el efecto invernadero, lo que determinó una reactivación de los programas de conservación de la energía y sustitución entre fuentes energéticas.
La década del 90 se caracterizó por una creciente desregulación de los sectores energéticos y una mayor sensibilidad en cuanto a la problemática ambiental.
Esta desregulación llevó a un menor incentivo por parte de las empresas energéticas a invertir en eficiencia, pero muchos países incorporaron nuevos instrumentos para la promoción del uso eficiente, compatibles con el nuevo marco institucional.
Por otra parte, la preocupación ambiental generó una creciente importancia en la agenda política hacia temas de conservación de la energía. Esto como un medio para la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Los compromisos de la Unión Europea (UE) de reducción de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) acordados en el Protocolo de Kyoto derivarían en una intensificación de las políticas de reducción de las emisiones de GEI.
En este sentido, el uso eficiente de la energía es considerado la medida más efectiva, a corto y mediano plazo, para lograr una reducción significativa de las emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero, así como otros gases contaminantes.
Resultados mundiales
De acuerdo con estudios realizados por la Organización Latinoamericana de Energía (OLADE), de no haberse adoptado medidas en el campo del uso eficiente, el consumo de energía a nivel mundial sería un 25% mayor que el actual, con el consiguiente mayor impacto ambiental.
Para el conjunto de los países de la Unión Europea, durante los últimos 20 años la intensidad energética disminuyó 20% como resultado de la implementación de políticas energéticas orientadas a diversificar la oferta y lograr el uso eficaz de la energía.
La eficiencia energética del sector industrial en el caso europeo, medida a través de la intensidad energética, mejoró 21% entre 1990 y 2000.
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