lunes, 3 de junio de 2013

Chile es uno de los lugares más afectados por la proliferación de malezas y plantas invasoras

De las 120 especies vegetales más abundantes, al menos 34% corresponde a las que no son nativas.  

Richard García 
Pese a que Chile está rodeado por todos lados de barreras geográficas, no han sido un impedimento para que desde la llegada de los españoles se asentaran en nuestro territorio una serie de plantas foráneas, muchas de las cuales se han transformado en malezas o han desplazado a las especies nativas.
Al menos 34% de las 120 especies vegetales más comunes del país son malezas, afirma Aníbal Pauchard, biólogo de la U. de Concepción e investigador del laboratorio de invasiones biológicas de ese plantel. En Argentina, el mismo índice es de 30%, en Sudáfrica 22,5% y en Europa es apenas de 1%.
El científico es uno de los autores del capítulo sobre los efectos de la globalización en las especies de plantas más comunes de la Encyclopedia of Biodiversity de la prestigiosa editorial Elsevier.
Según Pauchard, cada vez nos movemos más y también lo hacen especies generalistas muy competitivas que se aprovechan de este intercambio más estrecho.
Chile ha sido terreno fértil para la llegada de plantas europeas, ya que ha habido mucho tráfico e intercambio de especies desde la Colonia. "Nuestra flora no ha sido tan resistente como la europea a la entrada de especies foráneas. Parece que la flora chilena cede el paso y no tiene capacidad de competir", dice Pauchard, quien también es investigador del Instituto de Ecología y Biodiversidad.
El experto distingue tres olas de invasión. La primera tuvo lugar desde la llegada de los españoles hasta el siglo XIX y las especies más destacadas son malezas europeas como el cardo ( Cirsium vulgare ), vinagrillo ( Rumex acetosella ) y diente de león ( Taraxacum officinale ).
La segunda oleada de invasiones llegó de la mano de los colonos alemanes y las empresas forestales. En este grupo figuran el aromo amarillo ( Acacia dealbata ), pino contorta ( Pinus contorta ) y el espinillo ( Ulex europaeus ) y el ubicuo eucaliptus.
En los últimos años se ha sumado una tercera ola, que consiste en especies ornamentales novedosas como la Fallopia japonica y la Impatiens glandulifera .
En cuanto a especies acuáticas, una de las más abundantes, no solo en Chile sino también a nivel global, es el Eichhornia crassipes o jacinto de agua. Originario de la selva sudamericana, llegó como un ornamento para las lagunas, pero hoy se ha transformado en una maleza que ha invadido las aguas de humedales y también de paseos urbanos como la laguna Sausalito de Viña del Mar.
Un caso singular es el de la hierba de San Juan. Mientras aquí se ha comenzado a explotar comercialmente por sus efectos terapéuticos, en algunos estados de EE.UU. se ha transformado en una plaga, ya que crece en las grandes praderas y es tóxica para el ganado. "En Chile crece, por lo general, a orillas de caminos o zonas que ya han sido perturbados por la actividad humana, es poco habitual que invada el ecosistema natural", explica Pauchard.
Otro invasor que se ha transformado en benéfico es la rosa mosqueta. Introducida con fines ornamentales en el sur de Chile y Argentina, se ha transformado en un atractivo ingrediente para hacer mermeladas y cremas.
"Representa claramente una paradoja social porque desde el punto de vista de las comunidades de plantas es negativa, pero provee un servicio a la comunidad", opina el científico.
Es un tema complejo, pero lo importante más allá de ver el escenario en blanco o negro es la educación. "No se trata de jugar a Rambo y tirar químicos para erradicarlas a todas. Eso es imposible", dice.
Lo que sí es posible hacer es controlar la dispersión de las que ya están y evitar la llegada de especies invasoras nuevas. Para eso el SAG cumple un rol importante.
El mayor problema es que algunas de estas especies están llegando cada vez a zonas más remotas del país, incluyendo reservas cordilleranas y hasta el territorio antártico.
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En Juan Fernández es peor

El caso del territorio chileno no es tan extremo como el de Estados Unidos, Australia y especialmente Nueva Zelandia, dice Aníbal Pauchard, biólogo de la U. de Concepción. En general, las zonas insulares son lejos las más invadidas. Un ejemplo local es el archipiélago de Juan Fernández, que el investigador califica como una situación totalmente aparte del escenario continental. Allí se trata realmente de una invasión que afecta a especies muy aisladas que no tienen capacidad de competencia con las éxóticas.

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