En los últimos 20 a 30 años, la capa estacional de hielo se ha reducido 45 mil kilómetros cuadrados por año, afectando el hábitat de muchas especies. Poblados inuits como Tuktoyaktuk enfrentan una reducción de su terreno disponible y menos animales para cazar.
Richard García y agencias "El Ártico, como lo conocemos, muy pronto podría ser una cosa del pasado", advierte hoy en revista Science Eric Post, profesor de biología de la Universidad estatal de Pensilvania. El científico encabeza una investigación internacional que da cuenta de que el calentamiento está trayendo consecuencias a toda la biodiversidad de la región. Y los seres humanos no están ajenos a su impacto.
En el poblado inuit de Tuktoyaktuk, por ejemplo, trasladarse con motos de nieve a una isla vecina puede terminar en una muerte si el vehículo cae al mar debido a que el hielo está muy fino.
Un clima impredecible y los cambios en la fauna local hacen que pescar y cazar sea cada vez más difícil, lo que puede suponer cambios en la tradicional dieta niqituinnaq -"comida de verdad" - a base de foca, caribú y otras carnes.
Impacto marino
La aldea surgió durante el siglo pasado en un pedazo de tierra frente al mar de Beaufort, a una latitud de 69 grados norte, y a unos 2.500 kilómetros de EE.UU.
El aumento de las temperaturas ha traído el descongelamiento de la tundra. Así, el terreno disponible se encoge, lo que hace a Tuktoyaktuk cada vez más vulnerable al golpe del mar.
Hasta que se construyeron barreras, el océano cada año se llevaba aproximadamente un metro de la playa.
El alcalde Merven Gruben, de 47 años, entrevistado por la agencia AP, dice que todavía queda tiempo para "que la gente del sur" actúe. "No creo que sea demasiado tarde". Por mientras, la comunidad contribuye con la instalación de turbinas eólicas para acabar con el uso de combustible fósil.
Las plantas y los animales del lugar son los que dan las primeras señales del cambio. En el noreste de Canadá, el diario Nunatsiaq News avisó a sus lectores que los pájaros rojos que pudieron verse en la primavera eran petirrojos estadounidenses.
El estudio en Science ratifica que muchas especies típicas de la región y que dependen de la estabilidad de las capas de hielo están sufriendo ya las consecuencias del calentamiento.
Entre los animales afectados están las gaviotas, las morsas, diversos tipos de focas, los narvales y los osos polares.
La investigación indica que tanto los osos polares como las focas anilladas, que dan a luz en cuevas bajo la nieve, pierden a muchas de sus crías cuando esas cavidades se derrumban debido a las prematuras lluvias de primavera. Por eso, los expertos presagian que ambos podrían estar condenados a la extinción.
En el sur, sufre el krill
Mientras tanto, especies de zonas más templadas están avanzando hacia el norte al hacerse las temperaturas más cálidas. Los zorros rojos han desplazado a los zorros árticos de territorios que eran más fríos y las polillas invernales han arrasado grandes extensiones de abedules y otras especies vegetales, lo que afecta al hábitat.
Hay casos positivos: la población del reno del archipiélago de Svalbard, en Noruega, ha aumentado ya que hay menos nieve y eso mejoró su capacidad reproductiva.
Los efectos son dramáticos en el Ártico, pero en la Antártica también la biodiversidad está amenazada, advierte Rodrigo Hucke-Gaete, académico del Instituto de Ecología y Evolución de la U. Austral.
"Hay una disminución sostenida del krill, la especie central de todo ese ecosistema. Si cae, caerán con ella los lobos marinos, pingüinos, focas, ballenas y otras especies". Esto, explica, está vinculado con la disminución de la extensión del hielo marino. "El krill lo usa como refugio en invierno y también como fuente de alimento, ya que las algas quedan atrapadas allí".
Advierte que el derretimiento también está haciendo que los nutrientes marinos no suban a la superficie debido a la irrupción del agua dulce de los témpanos.
Fuente: "El Mercurio"
No hay comentarios:
Publicar un comentario