lunes, 28 de enero de 2013

Francisco Grau: "Cortar el agua no es fácil y darla tampoco"


Un día de aquellos vivió el pasado martes el subgerente de redes de Aguas Andinas, cuando más de 20 comunas de Santiago se quedaron sin agua.

Francisco Grau tiene 62 años y hace 27 que trabaja en Aguas Andinas. Como subgerente de redes fue una de las personas que gestionó de cerca la crisis del corte de agua, cuando 21 comunas estuvieron sin suministro durante casi 24 horas. Desde el centro de operaciones de la empresa -una sala con estilo futurístico y pantallas gigantes desde donde se controla la distribución de agua de todo Santiago-, Grau fue parte del comité de crisis que estuvo atento a todo el proceso. Y pese a la tensión, hay cosas positivas: "siempre se puede mejorar para la próxima".
-¿Es estresante su trabajo?
"Nosotros operamos la red desde el centro de control, ya sea en situaciones normales o en situaciones de emergencia. Aquí hay un equipo que opera durante las 24 horas del día. En situaciones de crisis se refuerza la operación y se complementan los equipos de trabajo".
-¿Ha vivido muchas crisis?
"Una o dos veces al año ocurren crisis importantes que tienen que ver con fenómenos naturales. Cuando llueve el agua se enturbia y cuando hace mucho calor también y esto dificulta el tratamiento de agua potable. Cuando pasa, las plantas tienen que cerrarse por un tiempo".
-¿Cómo fue el ambiente el martes pasado?
"Ese día la comida fue sándwich con bebida. Es un permanente trabajar. Se duerme menos. El primer día estuve acá hasta las tres de la mañana, pero volví a las seis de la mañana. Cuesta dormir, es muy tensionante. De aquí se dirigió el corte de agua que afectó a 600 mil personas. Eso es muy fuerte".
-¿Qué le dicen las personas cuando saben que usted trabaja en Aguas Andinas?
"A uno le cuesta entender que estamos haciendo bien las cosas, mientras todo Santiago se queda sin agua. Es fuerte porque la gente se siente afectada. Y tienen razón. Cortar el agua no es fácil y darla tampoco. Hay una parte de incomprensión".
-¿Cómo reaccionó su familia ese día? ¿Se quedaron sin agua?
"Yo llevo muchos años trabajando en esto. Saben que cuando llueve mucho o hace mucho calor se va complicar el servicio de agua potable y que voy a llegar más tarde, levantarme más temprano y estar un poco más tenso. Se sufre un poco porque ellos ven la televisión, hay bastante reclamo y a la gente le duele lo que está ocurriendo. Pero ellos saben que estoy trabajando para que eso no pase".
-¿Algo positivo de las crisis?
"En cada crisis se mejora un manual. En la última crisis grande, en 2008, sacamos las pautas para operar en ésta. Las emergencias permiten mejorar para la próxima situación".
-¿En estos años ha cambiado su manera de ocupar el agua?
"Para la mayoría de la gente el agua es como el aire. Es como mágica y cuesta darle el verdadero valor. Cuando ocurren estas crisis, la gente se da cuenta del valor que tiene el agua y de lo importante que es. Trabajando acá, aprendí que detrás de una llave hay un proceso complejo".
"Para la mayoría de la gente el agua es como el aire. Es como mágica y cuesta darle el verdadero valor. Cuando ocurren estas crisis la gente se da cuenta del valor que tiene el agua".

FUENTE: http://diario.elmercurio.com/2013/01/26/economia_y_negocios/economia_y_negocios/noticias/ba584c04-fec7-4fa5-8792-3ce49457116f.htm

Agua urbana


¿Cómo experimentamos el agua en Santiago? Con evidente escasez. Somos una ciudad en el desierto, con un voluble torrente por río, ocho meses de sequía, y donde un prado en un parque es un raro lujo.  


 El agua, origen de la vida, es también el origen de la ciudad. La provisión de agua fresca condiciona todos los asentamientos humanos, y en muchos casos la fisonomía de la ciudad está moldeada por esa relación. No se trata de la cercanía con ríos o lagos, que han sido a la vez fuentes de agua, vías de transporte y resumideros, sino del establecimiento de sistemas de provisión y almacenamiento, redes que abarcan cientos de kilómetros en ductos y estructuras.

En el cénit del imperio, Roma contaba con un millón de habitantes, provistos de agua fresca desde vertientes de montaña gracias a 11 acueductos que sumaban 800 kilómetros y cuyos vestigios nos maravillan hasta hoy. El agua se distribuía en numerosas fuentes y baños públicos; se recogía en un sistema de alcantarillado que desaguaba en el Tíber, contaminado eso sí, tal como fue cada río urbano del mundo hasta bien entrado el siglo 20. Todavía Roma hace gala de su provisión de agua. El período barroco fue pródigo en fuentes espectaculares, algunas del tamaño de un edificio: están en cada plaza, en cada esquina, en cada rincón delicioso. Se agradecen especialmente en el verano aplastante del Lazio; el pueblo las conoce todas y cada una por su nombre. Si le motiva la música, estimado lector, le sugiero dejarse llevar por el ensueño de Ottorino Respighi en sus "Fuentes de Roma".

La trama de las ciudades coloniales chilenas también está determinada por el agua fresca. En Santiago, el conquistador trazó una pragmática cuadrícula, y por el medio de cada manzana, de oriente a poniente, hizo correr una acequia para surtir desde el medianero los cuatro solares de la cuadra, de modo que las calles de oriente a poniente fueron siempre las más importantes o "largas", y las otras "atravesadas". Aún hoy es posible advertir cómo se fueron subdividiendo las manzanas fundacionales, y cómo fue creciendo la ciudad a lo largo de siglos en función de estos cursos. El canal San Carlos y el Zanjón de La Aguada fueron hasta hace poco nuestros límites urbanos, aunque dentro de estos límites se fundaron pocos parques, y la arborización sistemática no fue una preocupación hasta mucho más tarde. En ciertos barrios de Santiago las acequias todavía riegan añosos árboles, tal como en nuestra vecina Mendoza, prodigio de ciudad frondosamente verde en pleno desierto.

¿Cómo experimentamos el agua en Santiago? Con evidente escasez. Somos una ciudad en el desierto, con un voluble torrente por río, ocho meses de sequía, y donde un prado en un parque es un raro lujo. Una visita a la cumbre del cerro San Cristóbal (que no fue más que un árido peñón con canteras hasta hace unas décadas) nos revela un manto verde entre las edificaciones del oriente, acaso una quinta parte de la ciudad, y para el resto apenas unos manchones de vegetación dispersos en el horizonte. Los nuevos paradigmas del paisajismo urbano plantean la necesidad de extensos parques en las zonas más desaventajadas, y diseñarlos de manera tal que se mantengan con poca agua. Para ello se utilizan especies endémicas, tanto árboles como a ras de suelo. Aun así, propongo que el agua debe además acercarse al ciudadano como un regalo, mediante generosas fuentes ornamentales, bebederos por toda la ciudad, piscinas públicas, espejos, lagunas. Se conoce a una ciudad por sus lujos públicos, por la calidad de lo gratuito. Ahí donde el agua es escasa, dennos un pequeño lujo.

FUENTE: http://diario.elmercurio.com/2013/01/26/vivienda_y_decoracion/vivienda_y_decoracion/noticias/1d6c85c6-3818-4fc1-81be-1bce4c6a2357.htm