No sólo de dióxido de carbono (CO{-2}) vive el cambio climático. El nitrógeno que liberamos al quemar combustibles fósiles y al utilizar fertilizantes también es un elemento clave: los océanos están rebasados de él.
El ser humano produce un tercio del nitrógeno presente en los océanos, y no alcanza a ser totalmente absorbido. Eso concluyeron más de 30 científicos de todo el mundo y lo publicaron en la última "Science".
"La mayor entrada de nitrógeno antropogénico al océano se ha producido en las últimas decadas, y no sólo por la quema de combustible fósil, sino que principalmente por la producción y uso masivo de fertilizantes", cuenta el oceanógrafo de la Universidad de Concepción Osvaldo Ulloa, quien participó en el estudio.
El dato es crucial para recalibrar los modelos que tratan de explicar y predecir el comportamiento del planeta; entre ellos, los del cambio climático.
Cambio nocivo
El problema no es el nitrógeno en sí.
Éste, liberado a la atmósfera, es arrastrado por el viento y depositado en los océanos.
Allí, se convierte en óxido nitroso (N{-2}O), el que regresa libre a la atmósfera.
Pero el de N{-2}O es un poderoso gas invernadero, unas 300 veces más dañino que el CO{-2}.
Además, "el óxido nítrico y amoníaco (parte del nitrógeno que emitimos) contribuyen a la formación de pequeñas partículas y del ozono en la tropósfera, lo que aumenta el riesgo de enfermedades pulmonares", dice el oceanógrafo.
El aumento del ozono troposférico también disminuye la productividad agrícola.
"El beber agua con altos contenidos de nitrato podría traer riesgos para la salud, incluyendo problemas reproductivos y cáncer, pero todavía se requiere confirmar que esto es así", dice.
El N{-2}O es parte de un ciclo mucho más complejo de lo pensado. Si aumenta la presencia del nitrógeno en el agua, aumentan las plantas marinas. Si aumentan las plantas marinas, crece la demanda de CO{-2} de la atmósfera. Es decir, desaparece parte de la contaminación que expulsamos al aire. Hasta ahí el ciclo es beneficioso; pero entonces aparece el N{-2}O.
"En lugares donde el océano costero recibe una gran cantidad de nutrientes, como el Golfo de México, se ha visto una reducción significativa de la biodiversidad marina y la mortalidad masiva de especies de importancia comercial, como peces y crustáceos", explica el científico.
En el océano abierto todavía no hay evidencia de que haya cambios en la biodiversidad.
Ahora no sólo debemos preocuparnos de la "huella de carbono" que dejamos; la de nitrógeno importa por igual.
Ulloa recomienda poner foco en la emisión de compuestos nitrogenados de automóviles e industria. Evitar el petróleo a toda costa.
Concentrarse en mejorar las prácticas agrícolas y de la acuicultura, con el uso más eficiente de los fertilizantes y de los alimentos para los peces, "de tal manera que haya una menor pérdida de nutrientes hacia el medio". Y mejorar las prácticas de producción animal para disminuir las pérdidas de nitrógeno reactivo al medio.
"Tratar las aguas de desechos en las grandes ciudades, por lo cual el nitrógeno reactivo es transformado a nitrógeno, un gas inerte, también ayudaría", asegura desde Concepción.
Fuente: "El Mercurio"
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