Se resume en una palabra: “alarma”. Por un lado, los científicos alertan de que estamos en una situación alarmante. Todas las luces rojas deberían encenderse porque, sencillamente, el cambio climático no se frena (las emisiones no se están recortando lo suficiente) y sus consecuencias están dejándose sentir según lo previsto.
Dentro de esas previsiones, por otro lado, siempre se deja un amplio margen para lo imprevisto, fundamentalmente porque no se cuentan con modelos predictivos tan efectivos o, si se quiere, confiables como para eso. Una circunstancia lógica si se tiene en cuenta que el cambio climático se caracteriza, precisamente, por una serie de factores que lo hacen imprevisible en gran medida.